La lluvia de marzo y abril ha beneficiado a los embalses y a los acuíferos, además de a los cultivos de secano, pero ha retrasado de forma notable las siembras en regadío. Ahora que toca hacer las coberteras lo fundamental es ser consciente de que ese retraso del cultivo se puede compensar por medio de la fertilización, de modo que la planta se desarrolle de forma más rápida y se recupere el tiempo perdido.
Una de las claves es que antes de fertilizar debemos tener una idea de nuestra producción esperada, y abonar en consecuencia. Para calcular esa expectativa de producción, nada mejor que atender a la media histórica de la explotación.
A partir de ahí deberíamos hacer una cobertera temprana con un nitrogenado con parte nítrica. El nitrógeno es el principal factor para recuperar el tiempo perdido, ya que es clave para el desarrollo del cultivo. Al llevar parte nítrica se absorberá de forma rápida y estaremos contribuyendo a poner el cultivo dentro de su ciclo, y por tanto a conseguir una mayor capacidad productiva.
El producto que escojamos para el abonado de cobertera estará en función del que hayamos empleado en el abonado de fondo, siempre teniendo en cuenta que el azufre es un nutriente fundamental.
El resultado dependerá de cómo se comporte el verano desde el punto de vista meteorológico, pero sobre todo de cómo sean los meses de septiembre y octubre. Con un cielo favorable y una adecuada fertilización podemos lograr que no se noten las consecuencias de una siembra tardía.
El viñedo es de los cultivos que más han sufrido las adversidades de la meteorología esta primavera, que lo han sorprendido con unos brotes muy tempranos todavía. Y esto cuando aún no se ha recuperado del estrés sufrido el año pasado.
Es una ocasión para recordar que, frente a las tendencias que apuntan a reducir el abonado en la viña, porque supuestamente afecta a la calidad de la uva, nuestra experiencia demuestra que una fertilización correcta permite a la planta sobreponerse mejor a los efectos de, por ejemplo, fuertes heladas como la del 13 de mayo.
El cereal tiene un buen aspecto con carácter general y se pueden prever unas producciones que se situarán en las medias de años anteriores. Incluso ligeramente por encima. Sin embargo, no estaremos ante una cosecha espectacular, por una serie de cuestiones a las que conviene prestar atención.
No será un cosechón, en primer lugar, por la lotería que suponen las tormentas de los últimos días, típicas de estas fechas pero que no nos habían visitado en los dos últimos años. Y que en todo caso han llegado en un momento crucial para el cultivo, que ya pedía agua.
El buen tiempo de abril y mayo ha hecho que la planta se desarrollara y el agua le ha venido a las mil maravillas. Hablamos de lotería porque al agricultor le ha tocado una lluvia de diez litros por metro cuadrado, o sesenta, o pedrisco... La distribución de esa meteorología va a marcar en buena medida los resultados de este año.
En segundo lugar, se nota mucho quién ha abonado de forma correcta. Y es que este año, en una misma comarca agrícola y con parcelas y ciclos muy similares, habrá grandes diferencias entre agricultores. Porque la tendencia que siguen algunas personas de reducir al máximo el abonado de fondo, o de apostar por productos de baja calidad, se nota de forma notable en el resultado. Y es que la carencia de nutrientes en los inicios del cultivo se ha traducido, en muchos casos, en un escaso desarrollo radicular y en poco vigor de la planta.
En tercer lugar hay que tener en cuenta que a día de hoy la cebada tiene mejor aspecto que el trigo. Este presenta una falta de ahijamiento importante derivada de una siembra más temprana que en el caso de la cebada, con una peor nascencia que lleva arrastrando desde entonces. En su caso, cuando empezó a llover el ahijamiento ya se había producido. La consecuencia es que el trigo ha tenido pocos hijuelos, sin los que la producción no puede ser tan buena como nos gustaría.
Fuente: Campo CyL