Basta con entrar en un supermercado cualquiera para comprobar la gran diversidad de productos y marcas en un mismo tipo de alimento, desde el fiambre hasta la pasta. Sin embargo, bajo esta aparente semejanza se esconden diferentes estrategias de producción, que conllevan impactos medioambientales radicalmente diferentes en el planeta.
Por este motivo, la Universidad de Oxford y el instituto suizo de investigación agrícola, Agroscope, han realizado el estudio más completo hasta la fecha sobre el impacto medioambiental de la producción alimentaria. Ha sido publicado este mes en Science.
“Dos productos que parecen iguales en la tienda pueden tener impactos totalmente diferentes en el planeta. Todavía no tenemos esta información para saber qué alimentos elegir”, explica a Sinc Joseph Poore, investigador en el departamento de zoología de la Universidad de Oxford.
“Dos productos que parecen iguales en la tienda pueden tener impactos totalmente diferentes en el planeta”, explica Joseph Poore
El trabajo científico ha consistido en un metaanálisis sobre 570 estudios ya existentes del impacto medioambiental asociado con todas las fases de la producción de alimentos, desde la deforestación para usos agrícolas y el uso de fertilizantes, hasta el procesamiento, empaquetado y venta de los productos.
Se han identificado cerca de 40.000 granjas y alrededor de 1.600 tipos de productos y distribuidores de países de todo el mundo. Además, se han tenido en cuenta cinco indicadores para cuantificar el impacto en el planeta: uso del suelo, emisiones de gases de efecto invernadero, reducción del abastecimiento local de agua, acidificación y eutrofización. Estos dos últimos hacen referencia a la degradación de los ecosistemas terrestres y marinos.
Los estudios tradicionales solían tener únicamente en cuenta las emisiones de gases de efecto invernadero. El sistema de alimentación es responsable del uso de cerca del 43% de las tierras libres de hielo o desierto en el mundo. Además, genera un cuarto de las emisiones de gases de efecto invernadero y provoca el 90-95% de los riesgos de escasez de agua.
“Producir una taza de café puede crear desde 80 gr de CO2 hasta 1,3 Kg. Supone un 1.500% más”, explica Poore. La diferencia entre la producción de ternera respetuosa con el medio ambiente con la más contaminante puede ser de hasta doce veces más. De este modo, el mismo producto puede provocar efectos muy diferentes en el planeta.
Además, productos que parecen poco contaminantes también causan grandes impactos. Es el caso de la acuicultura, que puede producir más gases de efecto invernadero que el ganado. “En Tailandia o Vietnam, donde las aguas son calientes, las excreciones de los peces y la comida no consumida emiten grandes cantidades de metano”, explica Poore.
La diferencia entre la producción de ternera respetuosa con el medio ambiente con la más contaminante puede ser de hasta doce veces más
Además, algunas regiones son más indicadas para cultivos específicos, lo que repercute en el impacto medioambiental. “La palma indonesia tiene un menor impacto que la nigeriana, porque hay menos plagas y enfermedades en Indonesia”, reconoce el investigador.
Según los autores del estudio, para reducir este impacto en el planeta es necesario cambiar lo que comemos. “Si nuestra dieta consistiera únicamente en vegetales reduciríamos las emisiones generadas por la producción de alimentos en hasta un 73%, dependiendo de donde vivas. También se reduciría el uso del suelo para fines agrícolas en un 76%”, explica Poore.
“Evitar las proteínas de origen animal es probablemente lo mejor que puedes hacer por el planeta”, concluye Poore.
Sin embargo, también plantea una aproximación más plausible: “Si se redujese el consumo de productos de origen animal en un 50%, y evitásemos los productores más contaminantes, se podrían reducir las emisiones en un 73%”, afirma.
Para reconocer los productos más contaminantes sería necesario identificar también a los productores, mediante un etiquetado medioambiental y un sistema de incentivación público: por impuestos y subsidios. De este modo, las conclusiones del metaestudio podrían ser de gran utilidad para legisladores, productores y consumidores.
“El etiquetado medioambiental y los incentivos financieros podrían apoyar un consumo sostenible”, añade Poore. Al mismo tiempo, se propiciaría un ciclo virtuoso: los granjeros necesitarían monitorizar su impacto medioambiental, tomando mejores decisiones y al comunicar el impacto a los supermercados estos buscarían los productores más limpios.
Fuente: Agencia SINC